Si bien, a diferencia de Roland Garros, en Wimbledon siempre se le quiso, desde sus primeras apariciones, cuando terminó con la tradición desdeñosa de la mayoría de los tenistas españoles hacia el torneo, acrecentado el cariño por sus bellísimas confrontaciones con Roger Federer, por el continuo afán de hacerlo cada año mejor sobre la hierba, el aprecio, convertido hace tiempo en veneración, es ahora mayor si cabe.
El público asume que no serán muchas más las ocasiones en las que Rafael Nadal se pueda dejar caer por aquí, y, al igual que, de unos años a esta parte, ocurre en París, le dispensa un trato majestuoso, más aún, como también sucede en la capital francesa, ausente Federer, el único jugador que le disputaba los afectos.
Por la propia naturaleza de su juego, Nadal no convoca la atmósfera casi sagrada del suizo, ocho veces campeón del torneo. La gente, cada vez menos contenida, sean quienes sean los actores en la Central, le arropa con sus gritos y exclamaciones y hasta festeja los errores del oponente, llámese este lunes, en los octavos de final de 2022, Botic van de Zandschulp, a quien venció por 6-4, 6-2 y 7-6 (6), en dos horas y 21 minutos..
El holandés, un sacador de buena planta que ha elevado su rango hasta situarse entre los 25 mejores, resistió hasta que vio morir un passing shot paralelo de revés en el margen de la cancha. Nadal apretó en el momento que debía y quebró en el décimo juego para llevarse el set. Pronto lo haría de nuevo, adquiriendo una ventaja que facilitó las distracciones en su box, con buena parte de sus ocupantes entretenidos en los descansos móvil en ristre.
DUEÑO Y SEÑOR
Van de Zandschulp siguió el mismo camino que Cerúndolo, Berankis y Sonego, el que seguirá también, salvo que se aplique con extraordinario acierto y asome algún déficit en el doble campeón del torneo, Taylor Fritz, su rival este miércoles en cuartos. La diferencia, a partir del encuentro con Sonego, el primero que resolvió en tres parciales, es que Nadal ha empezado a jugar muy bien, a sentirse dueño y señor en la cancha, a moverse con autoridad, sean cuales sean las características del adversario, pues Van de Zandschulp pertenecía a una especie de depredador que aún no se le había atravesado en la selva londinense.