Algo que la serie documental “The Last Dance” ha sacado de manera abundante a la luz pública es el lado más emotivo de Michael Jordan.
Detrás del hombre máquina siempre poderoso, inquebrantable y sin debilidades, se ha mostrado un ser humano vulnerable, temperamental y en algunos momentos sensible, incluso frágil.
El domingo durante el capítulo 7 de la serie se contó de nueva cuenta la manera demandante y muchas veces ruda en la que Jordan trataba a algunos de sus compañeros de los Chicago Bulls, sobre todo en la intimidad de los entrenamientos.
Específicamente se tocó el tema de su relación con Scott Burrell, quien vistió el uniforme de los Bulls en 1997-98 y a quien Jordan se cansó de presionar y hasta humillar con el objetivo de hacerle elevar su intensidad de juego y su compromiso con el equipo. Resulta que Burrell se tragó cada provocación que Jordan le lanzó.
A la luz de ésa y otras revelaciones, el entrevistador del documental le pregunta al actual Jordan si era buen compañero de equipo. La respuesta de la leyenda de la NBA vino con algo inesperado:
“Ganar tiene un precio. El liderazgo tiene un precio”, dijo Jordan, quien luego explicó que se ganó el derecho de presionar y retar a sus compañeros porque ellos llegaron después y no tuvieron que sufrir lo mismo que él para llegar a tal posición.
“Ellos pueden decir: ‘Él realmente no era una buena persona. Era como un tirano’. Bueno, eso es lo que tú crees porque nunca ganaste nada. Yo quería ganar, pero quería que ellos también fueran parte de la victoria”, prosiguió Jordan sentado frente a la cámara.
En ese momento el rostro de Jordan se descompuso y con lágrimas a punto de empezar a rodar por su rostro pidió un “break” en la entrevista.
A Michael Jordan le causa dolor la percepción que se tiene de él como un líder intimidante que con frecuencia hacía “bullying” sobre sus propios compañeros. Su explicación, sin embargo, no deja dudas sobre sus intenciones.
Todo el segmento trajo a la memoria de muchos la segunda parte de la carrera de Kobe Bryant, el jugador que de manera casi unánime ha sido el más parecido a Jordan por su estilo de juego, perfeccionismo, hambre de triunfo y también por sus ademanes.
Kobe era un compañero de equipo súper exigente, que fue duro con muchos de ellos tras bambalinas, lo que le hizo tener pocos buenos amigos como él mismo reconoció.
La leyenda de los Lakers trató con todas sus fuerzas de seguir los pasos de Jordan, tanto que logró parecerse mucho a él y ganarse su respeto, lo cual fue de enorme mérito y se tradujo en cinco campeonatos de la NBA.